En el artículo previo del mes de Mayo, abordamos el tema de la violencia, haciendo especial énfasis en la pareja y en el factor común entre víctimas y victimarios. La reflexión giraba en torno al maltrato en la infancia como elemento base en la perpetuación del círculo de la violencia y hablamos de la necesidad de reflejar eso en la práctica de la salud mental, de modo preventivo.
En este artículo del mes de junio, daremos una mirada a los estilos de crianza disfuncionales que exponen a situaciones con gran potencial tóxico y que pueden facilitar el desarrollo de los Esquemas Desadaptativos Tempranos o Trampas Vitales en la vida adulta.
Las consultas de familias por la desobediencia de sus hijos, su escaso auto-control, pataletas o enojos inadecuados son en extremo frecuentes. Sería entendible pensar que el problema sea de disciplina y pueda abordarse dotando a los padres de estrategias que otorguen mayor control frente a la conducta de sus hijos, y ese ha de ser el error en el que debemos procurar no caer.
Desde el modelo de Terapia de Esquemas, el enojo y el comportamiento indisciplinado de un niño se interpretan como una forma innata para expresar que hay necesidades básicas emocionales sin satisfacer. Como necesidades básicas entendemos la necesidad de amor y cuidado, seguridad y aceptación, y libertad para expresar las necesidades y deseos, entre otras.
Todos estamos de acuerdo en que un niño tiene la necesidad y el derecho de crecer en un medio que cumpla esas condiciones, pero la velocidad de la sociedad en que vivimos, hace a padres muy exigentes, con poco tiempo para “perder” en cuestiones de crianza. Es esa misma velocidad que nos apremia a resolver problemas con inmediatez, y a los profesionales de la salud a trabajar sobre la punta de un iceberg, lo que termina por exponer a los niños a más de lo mismo.
La desconexión emocional no se presenta únicamente en figuras cuidadoras abusivas, sino que en mayor o menor medida nos afecta a todos por ser parte de un mundo que en la búsqueda de globalizar, termina por distanciar a las personas que están más cerca.
¿Es casual el significativo aumento de las consultas por niños con problemas de conducta?
La realidad es que los niños siguen viniendo a este mundo con las mismas necesidades de siempre, pero es menor la disponibilidad con que cuentan los padres. Cuando el niño comienza a generar resistencia a esta exigencia y velocidad de la que hablamos, se convierte en un problema y se llega a la consulta.
Ese es el momento en que hay posibilidades para el cambio, y si bien se suelen encontrar fallas en la puesta de límites per sé, no hay que conformarse con que esa sea la respuesta al porqué del mal comportamiento.
La orientación para fortalecer la disciplina “per se”, no ayuda a cubrir las necesidades primordiales, cuya desatención predice con mayor intensidad la probabilidad de psicopatología e incluso en muchos casos recrudece el problema.
Existe acuerdo en que la conducta parental viene definida por dos grandes variables: 1) disponibilidad, que conjuga contemplación de las necesidades del hijo, implicación emocional y calidez en la respuesta, y 2) demanda o grado de control que se busque y se tenga sobre un hijo (Modelo de Maccoby & Martin, 1983).
Los estilos de crianza van a definirse de la siguiente manera según se crucen esas variables:
1) autoritario (demanda y/o control fuerte y baja implicación emocional).
2) democrático (alta demanda/control y alta implicación emocional).
3) permisivo (baja demanda/control y alta implicación emocional).
4) negligente (baja demanda y baja implicación emocional).
Distintos autores han estudiado la relación entre el desarrollo de los Esquemas Desadaptativos Tempranos y los estilos parentales, y los resultados muestran que se observa el desarrollo de dichos esquemas en sujetos que crecieron bajo estilos autoritarios y negligentes, opuestos en la variable de demanda o control, pero que comparten la baja implicación emocional y la aceptación condicional – esto es aceptar al niño según el comportamiento y sus actos (Thimm, 2011, Estévez y Calvete 2007, Shah y Waller,2002, Gunty y Buri 2008, May ,2006, Cukor, 2004).
Con esa evidencia es que afirmamos que si una familia tiene dificultades para educar a su hijo con calidez y disponibilidad emocional, y es alentada a atender a los problemas de disciplina bajo un formato de mayor rigidez, entonces se estará exponiendo al niño a mayor desconexión emocional, y por lo tanto al probable desarrollo de esquemas disfuncionales que correlacionan con malestar y patología en la vida adulta.
Estos autores también encontraron que el apoyo psicológico y calor emocional correlacionaban negativamente con la presencia de estos esquemas, es decir que eran factores protectores. Esto puede resultar obvio por oposición a lo anterior, pero hay que prestar especial atención a que esas variables involucran tanto al estilo de crianza democrático como al permisivo. Mientras que el factor común entre los sujetos que no puntuaban alto en la presencia de los esquemas desadaptativos era el calor emocional de sus padres, siendo menos relevante el control que estos ejercían sobre su comportamiento.
No hay discusión en que la guía y la puesta de límites es una necesidad del individuo en desarrollo, pero no hay que confundir límites con control, o a un niño educado con un niño hipervigilante. La imposición de límites sin sostén psicológico no es saludable, la gran cantidad de estudios al respecto es consistente en que la clave para criar hijos sanos, no es solo la autoridad, sino el apoyo emocional.
Este artículo representa sólo una introducción a un tema inagotable que iremos abordando con mayor profundidad próximamente. De igual manera esperamos que sirva para no perder de vista cuestiones tan importantes, que de abordarse, podrían generar un gran impacto en las futuras generaciones.
Lic. Psic. Sofia Pazos
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